jueves, 9 de diciembre de 2010

Réquiem.

A lo largo y ancho del universo suena la misma canción.
Un réquiem anunciado al nacer.
Un camino cuyo final es sabido de antemano.
Joven y con una vida por delante, abandono la tierra de los vivos para adentrarme en el mar del dolor y la pesadumbre.
Como el ciervo que huye, muchas veces escape al destino.
Pero su bala certera, al final siempre da en el corazón.
Fin.
Principio.
No se como definir lo que siento, no se como explicar que es morir.
Se que estoy muerto.
Y que vivo para contarlo.
Hace tiempo que empecé el camino.
Y a la vez vi el final del mismo.
Ya no hay esperanza para los que viven el las esquinas.
Los últimos seguiremos siendo los últimos.
Los que tienen hambre de justicia, no podrán ser saciados.
La sangre que brota de mi pecho, empuja tu barco río abajo, donde el olvido y la realidad borraran mis huellas.
El tiempo pasara, y entre las ruinas crecerán flores, las heridas se curaran y el sol volverá a brillar por la mañana.
Pero yo seguiré donde siempre, escondido entre las sombras, alimentandome del dolor, de la desconfianza.
Arrepintiéndome una y otra vez de cada mal paso dado.
Pero así es como debe ser.
Y ya, ya no hay nada que yo pueda hacer...

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